Tomás Méndez Sosa nació el 25 de julio de 1926 en Fresnillo, Zacatecas; hijo de Juan Méndez Aguilera y María Sosa de la Rosa. Creció en el seno de una familia de escasos recursos; su padre era minero, quien a consecuencia de su ocupación murió de tuberculosis, y tuvo seis hermanos: Antonio, Juan, Manuel, Agripina, Ángela y Amanda quienes, como él, desde pequeños ayudaron en la manutención del hogar.
Destacaba por ser alegre y trabajador; su infancia transcurrió en las casas en que hacía labores de mozo y mandadero. Entre los 11 y 12 años de edad llevaba canastas con comida a la mina Buenos Aires, encomienda que recordaba con nostalgia por la manera en cómo su madre se emocionaba al verlo llegar, al escucharlo platicarle su día y al recibir el dinero del pago que con amor le entregaba.
Después entró a trabajar a la hacienda Proaño, cuyos propietarios y jefes mineros eran de origen estadounidense. Con el tiempo, prácticamente fue adoptado por el dueño y su esposa, quienes pusieron bajo su cuidado durante ciertas horas del día a su hijo de tres años; para entretenerlo, diario lo paseaba Tomás en un carrito, jalando una manivela. Fue muy feliz en esa época; sin embargo, un día en el que fue a dejar comida a la mina, el pequeño salió de su cuna y se dirigió al montículo de arena cercano a las vías del tren en donde cayó al paso de la locomotora y falleció instantáneamente. En su recuerdo, al sepelio acudió un niño: Tomás, quien llevaba el carrito lleno de flores.
Fue tal la tristeza de los padres que decidieron marcharse del pueblo, no sin antes recomendar a Tomás en un hospital, también de su propiedad, en el que a pesar de su corta edad fue contratado. Ahí, ayudaba a los enfermos, lavaba utensilios, asistía en el área de rayos x y, en ocasiones, laboraba en el anfiteatro, entre otras tareas. Desde entonces acostumbraba a silbar y a cantar lo que podrían considerarse sus primeras obras, y aunque le pedían no hacerlo en horario laboral, él no cesó.
Comenzó a componer en su ciudad natal, influenciado por el ambiente del campo y las costumbres del lugar, evidentemente presentes en sus canciones. Dio a conocer sus primeras creaciones a un grupo musical que amenizaba fiestas y reuniones, el cual empezó a interpretar algunas de ellas en un burdel del pueblo al que Tomás iba de vez en cuando a escucharlas y en donde conoció a una muchacha que fue un aliciente para su inspiración.
En su juventud viajó a Ciudad Juárez en busca de oportunidades, pero pasó momentos difíciles por los que decidió regresar a su pueblo. Después emigró a la Ciudad de México en donde vivió por un tiempo con don Felipe, familiar de un amigo suyo que era portero en un edificio, y luego con su tío Clemente Sosa. En esa época, invitado por su prima Ofelia conoció la Basílica de Guadalupe, ocasión en la que con gran fervor y fe se encomendó a la virgen y le pidió convertirse en compositor, ofreciéndole para el siguiente año una canción: Ofrenda guadalupana, que posteriormente fue interpretada por Lola Beltrán. A partir de ese día y durante cuatro décadas y media no faltó a su cita, cada 12 de diciembre.
Al año siguiente, cuando regresó a la Basílica, ya había conseguido empleo como jalador de aplausos en la xew, etapa de su vida en la que convivió con escritores de programas como Ley Mex, Gracias Doctor y La Hora Mejor Mejora Mejoral, además de ayudar en el departamento de radio compaginando y sellando guiones.
En una ocasión, cuando se encontraba en La Hora Mejor Mejora Mejoral de la xew se le presentó la oportunidad de relacionarse con Los Tres Diamantes, trío al que más tarde acompañó en una gira por Estados Unidos y Cuba como maestro de ceremonias, para después convertirse en su secretario, pero dejó de colaborar con ellos para dar a conocer sus creaciones.
Conoció a Mariano Rivera Conde, entonces director artístico de rca, quien lo ayudó a entrar por la puerta grande como autor al escuchar algunas de sus canciones y darle su primer anticipo por concepto de regalías; a los pocos meses sus temas ya sonaban en la voz de Miguel Aceves Mejía, quien popularizó El aguacero, uno de los tantos que le grabó.
En la casa de El Indio Fernández coincidió con Lola Beltrán y se convirtió en su compositor de cabecera. Con ella, en 1952 alcanzaron el éxito La luna dijo que no, Que me toquen las golondrinas, Tres días, Desafío, Gorrioncillo pecho amarillo, Huapango torero y la internacional Cucurrucucú paloma.
Otras obras de su autoría son Las rejas no matan, Los amigos del mayor, La muerte, A los cuatro vientos, Cuando canta la paloma, Puñalada trapera, El tren sin pasajeros, La muerte de un gallero, Paloma déjame ir, Golondrina presumida, Paloma negra, Suspenso infernal, El ramalazo, Bala perdida, El globero, No le temo a la muerte, Leña de pirul y Laguna de pesares, por mencionar algunas que fueron encumbradas por artistas como Pedro Infante, Javier Solís, Amalia Mendoza La tariácuri, Lucha Villa y María Dolores Pradera.
Además de la música, Tomás Méndez colaboró como escritor de libretos para programas folclóricos de televisión como Dos gallos en Palenque. En el ámbito cinematográfico actuó en seis películas, y los filmes A los cuatro vientos, Bala perdida, Cucurrucucú paloma, La muerte de un gallero, El hijo del gallero y Golondrina presumida fueron inspirados en sus composiciones.
Por su carrera musical ha sido reconocido en innumerables ocasiones por instituciones como el Museo del Ágora José González Echeverría, el cual exhibe su figura de cera y alberga una sala llamada Tomás Méndez, cuyo objetivo es preservar el patrimonio cultural y difundir la vida y obra de uno de los personajes ilustres de Zacatecas. En su ciudad natal, Fresnillo, fue erigido un monumento de bronce en su honor, y la calle en donde nació lleva su nombre.
En la Ciudad de México, la Plaza Garibaldi cuenta con una figura de dos metros con veinte centímetros de altura del maestro Méndez, y tanto en la Plaza de los Compositores como en la exposición permanente de la Estación Emblemática de los Compositores Mexicanos del Metro División del Norte fueron colocados sus bustos, los tres trabajos realizados por el escultor Ariel de la Peña.
De diciembre de 1985 hasta el día de su muerte fue miembro del Consejo Directivo de la Sociedad de Autores y Compositores de México (sacm), institución que en 2021 le otorga el Reconocimiento Póstumo Juventino Rosas por ser un autor cuyas creaciones han traspasado las fronteras lingüísticas y culturales para gloria de México en el mundo. Tomás Méndez, pilar de la música vernácula mexicana, falleció el 19 de junio de 1995 en la Ciudad de México.