Marzo
 
Boletín informativo de la Sociedad de Autores y Compositores de MX
 
 

#SabíasQue


Un libro que detalla la hoja de ruta en la creación de la SACM

En honor a quienes han hecho posible la permanencia sostenida de SACM durante estos 70 años está en proceso de edición un libro que rememora algunas de las obras musicales que han hecho historia, desde su fundación, el 22 de marzo de 1945 –tiempo en el que era impensable el cobro de regalías para que un compositor pudiera vivir de su trabajo—, hasta las grandes conquistas, resultado de la unión de voluntades para sensibilizar a legisladores y autoridades acerca de la necesidad de dignificar el trabajo de los compositores a partir del reconocimiento al derecho de autor.

Un libro rico en anécdotas, como aquella en la que un grupo de compositores encabezados por Alfonso Esparza Oteo, Ignacio Fernández Esperón y Mario Talavera, se reunieron en el despacho 17 del número 31 de la calle República de El Salvador para empezar a dar forma a esta sociedad autoral, o aquella en la que Juventino Rosas vendió la propiedad de su vals Sobre las olas en 45 pesos a la Casa Wagner, sin faltar la invención del fonógrafo, el gran impulso a la difusión de nuestra música en la XEW, el primer disco manufacturado en México o la coyuntura que representó la Segunda Guerra Mundial en la popularidad internacional de canciones como "Bésame mucho" de Consuelo Velázquez y "Solamente una vez" de Agustín Lara.

Pero amén de las anécdotas, el libro da fe y testimonio de la lucha que se libró, siempre de forma incansable, además de constante, para que el compositor dejara de ser un convidado de piedra en las interpretaciones que comenzaron a escucharse en el fonógrafo, el cine, la radio y finalmente en la televisión y hoy en el entorno digital.

La mayoría de los compositores nacidos en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX vivieron la transición de la música mexicana —creada para los salones y tertulias porfiristas, con clara influencia europea— a la música popular y romántica que comenzó a escucharse gracias al teatro de revista y a las carpas, donde los motivos mexicanos y los personajes populares —como el peladito, el gendarme, el teporocho, el obrero, el voceador, el campesino, el bolero y el vendedor— tuvieron un papel protagónico.

Esa generación de autores y compositores que vivió esa transición se adaptó a ella con capacidad y talento, además de que comenzó a construir una conciencia de clase en torno a los derechos que tenían por el hecho de ser creadores.

Con la emoción de atestiguar el éxito que sus obras alcanzaron, también surgió la necesidad del reconocimiento a su nombre, que hasta entonces estaba por detrás de los intérpretes.

La vigencia de sus composiciones estaba fuera de toda duda, pero llegaba el momento de que el proceso de la historia evitara que sus derechos autorales fueran desdeñados, que fuera posible vivir de sus obras. Esa generación de músicos, de finales del siglo XIX y principios del XX fue la que decidió dar la pelea y, con el tiempo, alcanzar un sueño: fundar la Sociedad de Autores y Compositores de México.

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